Las levaduras fermentativas se pueden clasificar en tres  grandes grupos con relación a su influencia dentro de este proceso:
            
Levaduras de inicio  de fermentación
            
Se trata generalmente de levaduras apiculadas, es decir con  forma de limón, que tienen un bajo poder fermentativo (hasta 4-5 %Vol.). Muchas  de ellas son poco beneficiosas ya que producen bastante acidez volátil, a  excepción de Schizosaccharomyces veronae.
            
Podemos citar Kloeckera apiculata como la levadura de este  tipo más común en la mayoría de las vinificaciones.
            
Sobre la base de esta influencia negativa por formación de  acidez volátil se creó la denominada “fermentación super-cuatro” que consistía  en encabezar los mostos con alcohol hasta 4 %Vol. con el fin de evitar este  tipo de levaduras. Hoy en día es un método en desuso, principalmente debido al  empleo de pies de cuba de levaduras seleccionadas o a la utilización de  levaduras secas activas.
            
Levaduras de poder fermentativo medio-alto
            
ImagenUna vez que se han superado los 4-5 %Vol. de alcohol,  otras especies de levaduras dominan el proceso como es el caso de Saccharomyces  cerevisiae var. ellipsoideus, Saccharomycespastorianus, y otras.
            
Levaduras de elevado poder fermentativo
            
Al alcanzar los 10-11%Vol de alcohol, hay otras especies de  levaduras que comienzan a ejercer su predominio debido a que gozan de un  elevado poder fermentativo como son Saccharomyces oviformis, Saccharomyces  bayanus, y otros Saccharomyces ellipsoideus, entre otras. Exceptuando  microvinificaciones de laboratorio en las que se han llegado a alcanzar hasta  18-20 % Vol. de alcohol, lo habitual es que no puedan fermentar mas allá de los  13,5-14,5 % Vol. de alcohol. Dentro de este grupo se encuentran también las  levaduras típicas de la segunda fermentación de vinos espumosos.
            
Dentro de las levaduras post-fermentativas se distinguen dos  grandes grupos, uno sumamente perjudicial y otro sumamente beneficioso.
            
Las primeras son levaduras aeróbicas de bajo poder  fermentativo denominadas “flores del vino” que forman un delgado velo  blanquecino en la superficie de los vinos de poca graduación conservados en  malas condiciones. Son sumamente perjudiciales debido a que forman gran  cantidad de ácido acético y de acetato de etilo (aroma a pegamento) a partir  del etanol, preparando el terreno para un posterior picado acético bacteriano.  Se trata de Candida micoderma, Hansenula anomala, y Picchias.
            
Las segundas, denominadas “levaduras de flor”, son las  levaduras típicas de los vinos de crianza biológica como son finos, manzanillas  y amontillados en su crianza biológica. Forman un velo mucho más grueso,  amarillento, muy floculante. Se trata de levaduras con un alto poder  fermentativo que forman el velo una vez ha concluido la fermentación del mosto  a diferencia de las anteriores que lo hacen desde el principio. Se trata de  Saccharomyces moltuliensis, Saccharomyces italicus y Saccharomyces beticus  principalmente. Estas levaduras forman acetaldehído (aroma a almendra) a partir  del etanol, y acetales a partir de etanol más acetaldehído; consumen  prácticamente toda la glicerina y favorecen el potencial de oxido-reducción del  mosto bajo el velo para realizar la fermentación maloláctica, entre otras muchas  cosas. Es por ello por lo que los vinos base de estas elaboraciones se  encabezan hasta los 15-15,5 % Vol. con alcohol vínico con el fin de evitar  otras especies de levaduras y que pueda formarse el velo característico de la  crianza biológica en las botas.
            
Podría pensarse en realizar la fermentación alcohólica con  las levaduras que nosotros quisiéramos únicamente, como ocurre en muchas otras  industrias fermentativas, lo cual es totalmente inviable en vinificación en  bodega. Para ello tendríamos que esterilizar previamente el mosto, lo que  conllevaría una absoluta pérdida de enzimas, vitaminas, metabolitos, … y  especialmente de aromas.
            
El empleo de pies de cuba con levaduras seleccionadas o de  levaduras secas activas, es sumamente viable y en ocasiones recomendado, pero  su actuación es limitada, teniendo lugar fundamentalmente al principio mientras  que a la larga se imponen las levaduras autóctonas presentes en la pruina de la  uva y en las instalaciones bodegueras, mucho mas adaptadas.
            
Como curiosidad, y para finalizar este apartado, podría  decirse que parecemos totalmente ciegos ya que en un depósito, por ejemplo de  100 Hl., llega a haber la friolera de unos 10.000.000.000.000 de levaduras, y  sin embargo, no vemos ni una.
      
Fuente: https://fundamentosdeenologia.wordpress.com/