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La cata de un vino
16/07/2015

Si bien con la degustación de un vino lo que debe pretenderse es disfrutar de él, con una cata lo que se busca es someterlo a un análisis sensorial atendiendo a tres factores:

  • Sensaciones frutales: Puesto que es el zumo de una fruta, debe existir esa sensación frutal por encima de otros aromas.
  • Estructura: El vino tiene un “esqueleto”, la estructura, que debe “rellenarse” de una sensación de carnosidad más o menos intensa. Los factores que denotan la existencia de una estructura son el color intenso y la tanicidad, que es el extracto seco del vino; es decir, si calentáramos un vino hasta evaporarse, al final quedarían unos posos que son los taninos. Cuanto más volumen de extracto tenga un vino, mayor será su estructura.
  • Persistencia: Cuando se bebe el vino, su sabor y aromas deben permanecer en la boca el mayor tiempo posible.

 La cata se realiza en tres fases:

  • Visual: Se inclina la copa sobre una superficie blanca y con luz. Lo primero que se estudia es el color y sus ribetes, que son los laterales del vino cuando éste se junta con el cristal. Los colores rojo, fucsia y morado indican que el vino es joven. Los anaranjados, tejas y, caobas denotan un cambio, una crianza, una vejez. También se valoran la intensidad del color y su limpieza y brillantez.
  • Olfativa: Se acerca el vino a la nariz para inhalar y valorar la intensidad y complejidad de aromas. A mayor variedad de aromas, mayor complejidad y mejor calidad.
  • Gustativa: Se bebe el vino, se pasea por la boca de delante hacia atrás sin tragar. Las sensaciones gustativas que quedan son variadas: dulces, saladas, ácidas y amargas. Cuanto más permanezcan en boca, mejor. Y unas no pueden sobresalir mucho sobre otras. De ahí que se valore el equilibrio de sabor. Al final de estas fases, se realiza una visión de conjunto y es cuando se da la valoración al vino.

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