Es
muy frecuente haber escuchado la expresión de las “lágrimas del vino”. Esta
expresión explica el fenómeno que puede observarse al agitar una copa de vino
de manera que este se deslice por sus paredes y las humedezca.
Al
reposar la copa, el vino que ha quedado en las paredes cae, pero lo hace como
si “llorara”, formando “lágrimas” que se deslizan hacia el líquido que les
aguarda abajo.
La
razón por la que el vino, y también otros licores con contenido alcohólico, “lloran”
es consecuencia de la diferente velocidad de evaporación del agua y del alcohol
en la superficie interior de la copa.
El
alcohol, siendo más volátil, se evapora más rápidamente que el agua. Esta, que
queda ahora en mayor proporción, tiene tendencia a reunirse, formando gotas, ya
que sus moléculas se unen entre sí más fuertemente que con las de alcohol. El
vino de la pared, empobrecido ahora en alcohol, que se ha evaporado, se reúne
pues en gotas que resbalan sobre la superficie interior de la copa.
Por
consiguiente, las lágrimas del vino nos aguan este en una pequeña proporción.
Pero como sucede en el caso de nuestras lágrimas, un simple pañuelo de tela, o
una servilleta, secará también las lágrimas del vino. Si cubrimos la copa con
una servilleta y la agitamos como hemos hecho arriba, las lágrimas no se
formarán: el alcohol no podrá evaporarse en la copa cubierta, por lo que el
fenómeno no sucederá.