El sector vitícola a nivel mundial tiene un importante valor económico constituyendo un porcentaje significativo del total del mercado agroalimentario.
Este peso económico es aun mayor en el mundo desarrollado, donde en muchos casos los vinos y derivados, antes que alimentos son artículos cuasi de lujo.
De hecho las bebidas de alta graduación alcohólica están gravadas por impuestos especiales que multiplican su valor industrial varias veces hasta adquirirse por el consumidor final.
Por otra parte, en la cadena de valor del vino y sus derivados, intervienen diferentes figuras empresariales y/o profesionales con múltiples actitudes e intereses diversos.
Todas estas circunstancias hacen que los productos de origen vínico sean susceptibles de incitar a prácticas fraudulentas. Se estima que el 30% de las botellas en Europa y hasta un 70% en China son de naturaleza dudosa.
Así el mundo del vino y de las bebidas alcohólicas, asociado muchas veces al glamour y la fiesta tiene también su lado oscuro.
Una de las primeras reseñas históricas de fraude con consecuencias tiene su origen en Oporto.
En 1703 el Tratado Comercial de Methuen garantizó, a cambio de un trato similar para los productos textiles ingleses, a los vinos de Oporto mejores condiciones arancelarias que los vinos elaborados en Francia. Esta circunstancia, con el consiguiente aumento de demandas culmina en 1754 con la negativa de los comerciantes ingleses a importar Oporto como consecuencia de los reiterados casos de falsificación de vino mediante el uso de bayas de saúco para la aromatización de los mismos.
El contencioso se zanjó con la toma de dos medidas a mi juicio nefastas: En primer lugar se ordena la tala de todos los saúcos, árbol característico de la zona, en toda la región de Oporto, medida que se extendió posteriormente a todo el Norte de Portugal. Subsiguientemente, aparte de varias medidas regulatorias, se crea en 1756 la “Companhia General de Agricultura de “Las vinhas de Alto Douro” que puede considerarse como el primer Consejo Regulador.
Otro episodio histórico de fraude con consecuencias socio-económicas relevantes ligadas a los espirituosos lo encontramos en los años veinte en Estados Unidos con la promulgación de La ley seca que desembocó en uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la humanidad. Como es conocido, en torno al alcohol y su venta clandestina se organizó toda la actividad criminal con la aparición de mafias, como no, fundamentalmente italianas, que llegó a convulsionar la sociedad de grandes ciudades americanas. De tal forma que los grandes capos, famoso fue Al Capone, controlaban la economía y la forma de vida de los ciudadanos y todo esto tuvo su origen en algo tan prescindible, o no, para el hombre como el alcohol.
La red no es ajena a esta problemática, a título de curiosidad, ya existe una página web (www.wineauthentification.com) creada por el coleccionista Russell Fyre donde se ofrece información para intentar distinguir falsificaciones en vinos de colección.
Hoy en día el fraude del vino y derivados sigue existiendo y todo esto a pesar de que este sector alimentario está especialmente regulado, cuando no intervenido, desde el punto de vista analítico (Métodos OIV) y fiscal (impuestos especiales, controles de D.O.).
En un intento de clasificar la naturaleza de los fraudes más habituales en el sector podemos distinguir:
- Fraude de producto.
- Fraude de origen.
- Fraude fiscal.
- Fraude tecnológico.
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